Theophile Gautier -Ce que disent les hirondelles- |
vendredi, octobre 21, 2005 |
Ce que disent les hirondelles Theophile Gautier (1811-1872)
Déjà plus d’une feuille sèche Parsème les gazons jaunis; Soir et matin, la brise est fraîche, Hélas! les beaux jours sont finis!
On voit s’ouvrir les fleurs que garde Le jardin, pour dernier trésor; Le dahlia met sa cocarde Et le souci sa toque d’or
La pluie au bassin fait des bulles, Les hirondelles sur le toit Tiennent des conciliabules: Voici l’hiver, voici le froid!
Elles s’assemblent par centaines, Se concertant pour le départ. L’une dit: ‘Oh! que dans Athènes Il fait bon sur le vieux rempart!
‘Tous les ans j’y vais et je niche Aux métopes du Parthénon. Mon nid bouche dans la corniche Le trou d’un boulet de canon.’
L’autre: ‘J’ai ma petite chambre A Smyrne, au plafond d’un café. Les Hadjis comptent leurs grains d’ambre Sur le seuil, d’un rayon chauffé.
J’entre et je sors, accoutumée Aux blondes vapeurs des chibouchs, Et parmi des flots de fumée Je rase turbans et tarbouchs.’
Celle-ci: ‘J’habite un triglyphe Au fronton d’un temple, à Balbeck. Je m’y suspens avec ma griffe Sur mes petits au large bec.;
Celle-là: ‘Voici mon adresse: Rhodes, palais des Chevaliers; Chaque hiver, ma tente s’y dresse Au chapiteau des noirs piliers.’
La cinquième: ‘Je ferai halte, Car l’âge m’alourdit un peu, Aux blanches terrasses de Malte Entre l’eau bleue et le ciel bleu.’
La sixième: ‘Qu’on est à l’aise Au Caire, en haut des minarets! J’empâte un ornement de glaise, Et mes quartiers d’hiver sont prêts.’
‘A la seconde cataracte, Fait la dernière, j’ai mon nid; J’en ai noté la place exacte, Dans le pschent d’un roi de granit.’
Toutes: ‘Demain combien de lieues Auront filé sous notre essaim, Plaines brunes, pics blancs, mers bleues Brodant d’écume leur bassin!’
Avec cris et battements d’ailes, Sur la moulure aux bords étroits, Ainsi jasent les hirondelles, Voyant venir la rouille aux bois.
Je comprends tout ce qu’elles disent, Car le poète est un oiseau; Mais, captif, ses élans se brisent Contre un invisible réseau!
Des ailes! des ailes! des ailes! Comme dans le chant de Rückert, Pour voler là-bas avec elles Au soleil d’or, au printemps vert!
Lo que dicen las golondrinas
Aquí y allá se ven las secas hojas sobre campos de hierba amarillenta; desde el alba a la noche el viento es fresco, éste es el fin del tiempo de verano.
Veo abrirse las flores que conserva el jardín como un último tesoro: quiere lucir la dalia su divisa, la maravilla su dorada toca.
La lluvia en el estanque hace burbujas; y tienen conciliábulos extraños las golondrinas sobre los tejados: ¡Ya ha llegado el invierno con sus fríos!
Se reúnen por cientos con el fin de llegar a un acuerdo sobre su éxodo. Una dice: «Qué bien se está en Atenas, viéndolo todo desde la muralla.
Todos los años voy allí y anido en metopas del mismo Partenón. En los frisos mi nido disimula el hueco de una bala de cañón.»
Otra dice: «Yo tengo mi cuartito en Esmirna, en el techo de un café; sus granos de ámbar cuentan los hayíes en el umbral que recalienta el sol.
Entro y salgo, avezada como estoy a los rubios vapores de las pipas, y entre mares humosos rozo siempre los turbanes y feces al pasar.»
Ésta dice: «Yo habito en un triglifo, en el frontón de un templo, allá en Baalbek; allí me poso y me sujeto, encima de mis crías de pico puntiagudo.»
Otra dice: «Sabed mi dirección: Rodas, palacio de los caballeros; cada invierno mi tienda se alza allí en capiteles de negros pilares.»
Y la quinta: «Yo voy a descansar, pues la edad no permite largos vuelos, en las blancas terrazas que hay en Malta, entre el azul del agua y el del cielo.»
La sexta: «¡Hay que ver qué bien se está en El Cairo y sus altos minaretes! Recubro con el barro un ornamento y mi cuartel de invierno ya está listo.»
«Pues yo tengo mi nido», dice la última «donde está la segunda catarata; el exacto lugar está indicado en el psen de un monarca de granito».
«Mañana cuántas leguas», dicen todas, «nuestra bandada habrá dejado atrás, pardas llanuras, picos blancos, mares azules con bordados espumosos».
Entre tanto chillido y aleteo, sobre estrechas cornisas de la altura, conversan entre sí las golondrinas viendo cómo la herrumbre invade el bosque.
Comprendo las palabras que se dicen porque al fin el poeta es como un pájaro; pero, ay, está cautivo, y sus impulsos se rompen contra redes invisibles.
¡Alas quiero tener, dadme unas alas!, como dice aquel cántico de Rückert, para volar con ellas hacia el oro del sol, hacia la primavera verde.Libellés : Teophile Gautier |
posted by Alfil @ 7:14 PM |
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